martes, 15 de marzo de 2011

Mi padre (y el Atleti)

Si él no hubiera dicho adiós a todo esto el pasado sábado, ahora estaría a mi espalda cambiándome fechas o corrigiéndome alguna alineación.

Se me ha ido mi padre, sí, y todavía no puedo dejar de llorar, no su muerte, si no la ausencia y el vacío que me deja. Fue un padre cojonudo, un padre de manual, tanto es así que todos los buenos momentos de mi infancia, que han sido muchos, están ligados a él. Tanto es así, que en todos lo malos momentos que he tenido luego, siempre ha estado ahí, de una forma u de otra, en lo bueno o en lo malo.

Si me pongo a contar anécdotas de su relación con el Atleti tendrían ustedes que cancelar sus planes de Nochebuena porque no terminaríamos. En un anuncio un niño le preguntaba a su padre porqué eran del Atleti. Yo lo tengo claro, él me hizo del Atleti porque era imposible querer tanto a alguien y no querer a lo que el tanto quería.

Sé que ese abono que me regaló al cumplir los 10 años era una "trampa" para que mi madre no le pusiera mala cara después de tantos años cancelando planes para irse al metropolitano, poniendo excusas para no ir a celebraciones familiares por escaparse al Calderón o por ajustar siempre las ciudades que no "podíamos dejar de visitar" justo cuando, qué casualidad, se desplazaba allí su Atleti.

Se ha ido mi padre la misma semana que su idolatrada Jane Russell, la única mujer con la que, según sus palabras le hubiera gustado hacer el amor (qué eufemismos usáis los hombres) a parte de con su "Pilita". Sin embargo, si está en algún sitio habrá postergado sus planes para que Escudero le cuente cómo marcó aquel gol o compartir con Arteche cómo disfrutamos el día de la remontada contra el Betis.

Guardo la portada del ABC en la que el sobre el titular de "El tren de la Alegría" se asoma a la ventana de un viejo expreso que les traía de Sabadell tras conquistar una Liga, el mismo año que yo nací. También atesoro las entradas de Lyon cuando nos estrenamos los dos en el arte del calimocho, aquella en la que tras ganar al Athletic en el Bernabeu se sentó en una acera a consolar a un seguidor del equipo contrario que lloraba o la de Zaragoza cuando nos rompieron una luna del autocar los seguidores de la Real y vino todo el camino acordándose del Polilla y su familia cercana.

Aunque lo mejor de todo son los recuerdos... el día aquel que no íbamos a ir al partido, un partido de primera ronda de Copa contra el Mallorca, que era de noche y hacía frío, y quince minutos antes del principio estábamos cogiendo un taxi con la ropa encima del pijama. El día del Vitoria de Guimaraes que nos pusimos a saltar vallas y se rompió los pantalones, sus gritos contra Landáburu, contra Julio Prieto, contra Bjbel... Su felicidad en todos los títulos que hemos vivido juntos (gracias Atleti por regalarnos estos dos últimos para vivirlos juntos).

Hace unos años, después de 50 como socio (a él eso de abonado nunca le entró), el asma ya no le dejaba subir a su localidad en el primer anfiteatro "estoy junto a las cámaras en todo el centro y un poquito alto, la mejor localidad del Calderón", repetía a quien quisiera escucharle. Desde entonces iniciamos el ritual de llamarnos por teléfono cada vez que marcaba el Atleti, primero yo y si había suerte y "mojábamos" de nuevo, marcaba mi número para que celebrásemos juntos los goles.

Sus últimos tres meses han sido jodidos de verdad y aún así, no ha dejado de ver ni un partido de "los chicos", cuando los médicos y enfermeras se sorprendían por su entereza y su capacidad de sufrir sin quejarse ni una sola vez, se encogía de hombros y decía "soy del Atleti, estoy acostumbrado" y como no podía ser de otra manera se fue al cielo mientras jugaba nuestro equipo del alma.

Hace años le di las gracias por haberme inoculado el veneno atlético y él me las devolvió por haberle correspondido con el del antimadridismo. Le hubiera gustado ver cómo horrorizados, le dijimos al de la compañía de seguros que no podía haber ninguna corona blanca (por mucho que se empeñara en que eran más elegantes, qué despropósito) o su "friki-esquela" con un Aupa Atleti como final. Le enterramos con las cartas que le escribió mi madre, su compañera, su amante, su MUJER, con todas las letras y con la que ha compartido 57 de sus 72 años. Pero también, como no, con un escudo de su otro amor... el Atleti.

Me quedo con la pena de no haber podido ganar un derby en los últimos años para celebrarlo con él y con varias latas de Mahou. Igual es este sábado, pero ¿a quién voy a llamar yo, papi, si tu ya no estás?

Te quiero, Papá y nunca te olvidaré. Gracias por todo.