jueves, 31 de julio de 2008

martes, 8 de julio de 2008

Alta fidelidad


Tengo que confesarles un secreto. Se trata de una de esas cosas que da vergüenza contar hasta a los amigos más íntimos. Una confesión, no sé, como si alguien les dice que no le gusta el marisco, que pela la fruta con cuchillo y tenedor, que es rockero porque su padre tiene 2.000 discos, lee a Paulo Coelho o que compró un disco de Milli Vanilli. En fín, no me demoro más, ahí va: Yo no era muy torrista, ¿saben?

No fui fan de Fernando Torres en el Atleti y me apenó más su marcha como persona, por lo que significaba para la afición, que su ausencia en el equipo como jugador.

Yo fui la vecina de grada que levantaba los brazos cuando “el niño” fallaba una ocasión y la que contó sus penaltis fallados. Me recuerdo discutiendo en Internet su valía como jugador y me avergüenzo.
Recuerdo los sms de los amigos el día que se anunció su fichaje por el Liverpool y lo tremendamente afectados que estaban y no sentir un disgusto especial. Recuerdo el cínico discurso sobre el fútbol moderno y los futbolistas de ahora que le solté a mi hija cuando con lágrimas en los ojos arrancaba su póster de la habitación.

Ya vestido de rojo, interioricé la respuesta para madridistas que hablaban del nacimiento de un nuevo futbolista: “nos ha jodido, no son iguales los pases de Gerard que los pepinos de Costinha”.
Sus declaraciones sobre la grandeza del Liverpool empequeñecían, a mi juicio, al Atleti. Un Atleti que yo creía sentir más que él.....

-No hay ningún atlético en la selección, le comentó un periodista durante la eurocopa.
-Hay uno, contestó Fernando
-Bueno, claro, Luis Aragonés. Le replicaron
-Entonces, hay dos. Y sonrío el niño.

Esas declaraciones me llenaron de orgullo. Su gol en la final de la Eurocopa me alegró profundamente, pero verle en el autobús con el resto de compañeros de la selección con la bandera española y el escudo del Atlético me emocionó profundamente. Será algo que no olvidaré. El gesto más grande de un futbolista hacia una afición que no le olvida.

Justo 24 horas antes de que marcase ese gol histórico, Elvis Costello pisaba por primera vez un escenario canario. El artista británico ofrecía un recital inolvidable a base de fidelidad y amor a una forma de entender la música. Fernando Torres, días después, hacía lo mismo a lomos de un autobús, aupado sobre una bandera y un escudo. Fidelidad a unos colores, a una forma de entender el fútbol.
Elvis Costello también es fiel a unos colores, los del Liverpool, pero sobre todo es fiel al brillo de las cosas especiales y los momentos únicos que nos regala la vida; por eso, la última canción de un concierto de dos horas, la emocionante “Alison”, llevaba una dedicatoria muy especial: “To Fernando Torres”. El niño que no olvidó al Atleti. El futbolista fiel.