martes, 10 de marzo de 2009

El empate


Fueron los únicos que acabaron contentos con el resultado del partido. Iván y Paula, Paula e Iván nos miraban con extrañeza cuando gritábamos, alzábamos los brazos, nos levantábamos del sillón, increpábamos al árbitro o cantamos los goles.

Iván dice que es de los dos equipos. ¿Se lo pueden imaginar? Primero del Madrid y un poquito menos así – dice juntando los dedos y guiñando sus ojos azules – del Atleti. Hace unas semanas, y previa autorización paterna, que con esas cosas no se juega, le hice socio infantil del Atleti y viene a algunos partidos con mi hija. También es socio del Madrid, no se vayan a pensar, y visita el Bernabéu un par de veces al año. Así que su padre y yo (que cuento con la complicidad de su madre, mi amiga Chusa) tenemos una lucha perpetua por hacer a Iván de nuestro equipo, de la que él, la verdad, pasa olímpicamente.

Paula no. Paula lo tiene clarísimo. Vive rodeada de atléticos. Su abuelo le cantaba el himno desde que era una recién nacida y paradójicamente, el 80% de los niños de su clase, con el profesor a la cabeza, son atléticos como ella. Paula que el año pasado salió llorando de casa de Iván, el día que el Kun Agüero marcó al principio del partido y el Atleti acabó perdiendo, el sábado parecía contenta. Cuando volvíamos a casa de la mano y yo todavía no sabía si estaba orgullosa, decepcionada, cabreada o esperanzada por lo que habíamos visto en la tele. Me apretó la mano fuerte y me dijo bajito que quería que el Atleti empatase. ¿Por qué, hija?, le pregunte extrañada. Porque así nadie se ha disgustado, me contestó cargada de razón.

Me miro en ella y me da un poco de vergüenza ver en lo que me he convertido. Que hoy, con un montón de amigos y compañeros en Liverpool estoy deseando que el Madrid quede fuera de Europa, mejor si es con gol de Torres. Espero que mi hija no herede ese antimadridismo porque eso significara que su Atleti, el que mañana se enfrenta al Oporto, pesa lo suficiente como para fijarse en el resto de equipos.

Y quiero que mañana salte al césped ese Atleti que remontó al Barça y que doblegó al Madrid. Deseo que la mordiente de los dos últimos partidos sea suficiente para ganar al Oporto y solventar la eliminatoria. Sería una fiesta y un orgullo para una hinchada que ya ha tenido demasiados disgustos y, después de todo, Iván viene al fútbol el próximo domingo. Ya saben lo que impresiona nuestra grada de fiesta y orgullosa, ¿no? Pues eso.

martes, 3 de marzo de 2009

Futbolistas ¿comprometidos?




¿Qué opinarían si se enterasen de que el cirujano que les va a operar mañana ha pasado la noche de “marcha” y se ha acostado a las siete de la mañana?, ¿y de un abogado que tuviese que defenderles en un juicio, del conductor que les lleva cada mañana al trabajo en un tren de cercanías o de la cuidadora que se queda al cargo de sus hijos en la guardería?...

¿Y qué ocurre en el caso de los futbolistas de nuestro equipo? Ellos no son responsables de nuestra vida, honor, seguridad o de la integridad de nuestros hijos, ¿verdad?

Sin embargo, los sueldos millonarios que cobran los que defienden una camiseta con nuestros colores engloban otras contrapartidas que van más allá de los goles que marcan sobre el terreno de juego. Son conceptos como profesionalidad, seriedad, respeto por la imagen del club y, en definitiva, compromiso con ese equipo en el que prestan sus servicios.

Un compromiso, que algunos de los integrantes de la plantilla del Atlético, y supongo que los de muchos otros clubes, no están dispuestos a asumir.

¿Es lícito que cuatro de nuestros jugadores tras la derrota contra el Valladolid y mientras en el Club se decide cesar al entrenador regresen a sus casas a las siete de la mañana? Quizás lo sea, igual ni entrenaban al día siguiente, pero a mí, qué quieren que les diga no me parece moral. Igual se piensan que en Boadilla o en Villalba o en cualquier pueblo de la sierra madrileña no hay atléticos que puedan reconocerlos, que merezcan su respeto. Pero ellos son así, les da todo igual. Póngame otra de lo mismo, oiga.

¿Cómo se acostaron ustedes después del partido de Oporto? Porque a mí me costó mucho conciliar el sueño pensando que era el último partido europeo que había visto en mucho tiempo. Pues sepan que mientras ustedes pasaban la noche en vela cuatro jugadores que disputaron ese encuentro hacían lo propio en un pueblo a 40 kilómetros de la capital. La única diferencia es que el motivo de nuestros desvelos y el de los suyos era bien diferente.

No es este artículo el sitio dónde dar nombres, ni señalar con el dedo pese a que estas dos salidas nocturnas, que seguramente no sean las únicas, estén completamente contrastadas. Saquen ustedes sus propias conclusiones a tenor del rendimiento de nuestros jugadores en el campo. Seguro que se equivocarán muy poquito. Me importa muy poco lo que hagan con sus vidas privadas y ni siquiera voy a jugar con el oportunismo de un mal resultado para hablarles de la “profesionalidad” de estos jugadores.

Les cuento esto ahora que hemos ganado a un Guardiola que se preocupa de llamar cada noche a sus jugadores para saber si ya se han tomado el Cola Cao. Lo denuncio ahora que preferimos dejar nuestras dudas de lado ante el inminente partido contra el eterno rival. Y lo hago desde la vergüenza que me da el hecho de asumir que son pocos, muy pocos, los futbolistas del Atlético que están comprometidos con sus compañeros, con su club, con los aficionados que los idolatran y, en definitiva, con el escudo que lucen en el pecho cada fin de semana.

Quizás la culpa sea de este fútbol moderno que ha hecho que los jugadores sean sólo empleados coyunturales de la empresa para la que trabajan de forma puntual, con el único vínculo de un contrato y una cláusula de rescisión que podrá romper un mejor postor. Quizás los culpables sean unos dirigentes que nos ponen en ridículo, sin necesidad, eso sí, de haberse tomado ni un vino. Quizás el culpable es el que ha hecho un atlético sin atléticos, sin madrileños, sin españoles. Quizás los culpables sean aquellos que no han sabido transmitirles la grandeza de estos colores, tal y como lo hicieron nuestros padres y nosotros lo hacemos con nuestros hijos.

Pero ya que no podemos exigirles que sean atléticos, como lo fueron Gárate, Arteche o Fernando Torres, sí podemos reclamarles que se comporten como tales. Con profesionalidad, respeto y compromiso por ese equipo, nuestro Atleti, que a nosotros nos da la vida y a ellos… a ellos les engorda la cuenta corriente.