lunes, 16 de junio de 2008

Masturbaciones



“Eh, tío, ahora que has muerto, ¿qué vas a hacer con todo tu tiempo libre?”

La vida sin el Atleti es un puto crucero de placer. Una sucesión de hechos previsibles en los que la máxima dificultad reside en bajarse de los tacones cada noche.

Acaba la temporada y pones a la venta tu pisito en la Calle de la amargura, haces tu listado de buenos propósitos cinco meses más tarde que el resto de los humanos y te prometes a ti misma tomarte el fútbol -el Atleti, quiero decir- de otra manera.

Lo he intentado todo para desintoxicarme de este equipo, pero soy incorregible. No ha pasado ni un mes y ya he confeccionado la plantilla de la nueva temporada más de cien veces, he dado bajas y repartido cartas de libertad, he cedido a jugadores y he hecho incorporaciones de jugadores desconocidos que van a triunfar.

Renuevo el abono, pero me digo a mi misma que no iré a todos los partidos, que los sábados deben ser sabadetes y que los domingos por la noche lo veré en el Plus. Pero me pasará como este último año que me quedé cabreada porque el entierro de un familiar coincidió con el partido contra el Granada 74 y me perdí ese “choque trascendental”, el único.

Otro de mis buenos propósitos pre-veraniegos es dejar de comprar el Marca. Algo que vengo haciendo desde los 16 años y que forma parte de una rutina que a estas alturas no me atrevo a romper. Pero aprovechando que paso unos días fuera de Madrid prometo entregarme a otras lecturas. Me acerco a la típica tienda de playa en la que venden sombrillas, bronceadores y la prensa en 15 idiomas y pido el Popular 1 de este mes, me miran con extrañeza y yo alego que sale una entrevista con Dennis Cooper y los Clash en portada, que la tienen que haber visto.
La valenciana salada me señala el estante de revistas femeninas (como si tuviera yo cara de leer el Vogue a estas alturas, buscar el punto G o averiguar el largo de las faldas que se lleva) así que compongo un mohín y le pido el Marca. Y ya se acabó la tranquilidad vacacional.

En el libro que me ha acompañado estos días (Asfixia – Chuck Palahniuk) el amigo y compañero de piso del “prota” colecciona piedras para curar su adicción a la masturbación compulsiva. Una por cada “paja no hecha”, (“eso quería decir recoger piedras en vez de cascársela. Permanecer siempre tan ocupado, hambriento, cansado y pobre que no le quedara ninguna energía para buscar pornografía y masturbarse”). Y a mí, estos días, que quieren que les diga me parece una excelente idea. Una piedra por cada paja mental que salga en la prensa.
Llenaré el sótano, la bañera, el armario. Vaciaré cajones, las meteré en el lavavajillas, en la terraza. Un bloque de granito por Cata, otro por Uche y uno mayor por Moya. Feldespato por Lucho, una piedra bien grande, sin aristas, por Albelda.

Con mi personalidad completamente adictiva llenaré los altillos y las colocaré en el alfeizar de la ventana. Dos o tres al día. Joaquín se convertirá en un pesado pedrusco gris y Tiago en un adoquín rojizo. Oliveira significa ya en mi imaginación un trozo grande de Uralita; Ziani, arenisca; Marquez, cuarzo rosa; De la Red, caliza. Riise es una piedra de lava enorme; Asunssao, arcilla. En una obra robaré ladrillos para Hosni, Arango y Samir Nasri y en una cuneta recogeré un pesado bloque de hormigón por Matuzalem.

El suelo del baño no se verá. En la cisterna colocaré otras cuantas. Sinama Pongolle, Cigarini, Augusto Fernández, Bakari Koné. Todos tendrán su piedra en mi casa. Cuarzo, ágata, mármol, lo que sea.

Estoy convencida de que sería la solución a mis problemas de adicción: al Atleti, al Marca, a los blogs, a los foros, a las conversaciones del bar, al coleccionismo de recortes, de cromos, de entradas, de fotografías, de recuerdos absurdos… Alejarme unos pocos cientos de kilómetros no ha funcionado como terapia y ya estoy de nuevo con ustedes. Después de todo cualquier problema sexual es mucho más fácil de solucionar y, en cualquier caso, escribir todas estas cosas no deja de ser la más tonta de las masturbaciones.