martes, 22 de diciembre de 2009

Peinada para la Junta


Ya me encuentro mejor, amigos. No sé si por las muestras de cariño recibidas o porque la pareja de centrales griegos, trankimacín y citalopram, van haciéndose con el control del área pequeña.

Yo creo que es por lo primero, que sus mensajes de apoyo han resultado de lo más terapéutico y con la técnica esta de contarles mis lamentos he conseguido hasta salir en el blog de Carlos Fuentes. No se lo tomen a la ligera, oigan, que hacer una aparición, aunque sea como actor secundario, en el Rojo y el Blanco, tiene mucho más mérito que lo de “La Esteban” en Sálvame el pasado viernes. Que no es que no me esté dejando el finiquito en casa de la terapeuta, pero al menos no he tenido que pasar por el quirófano a retocarme la nariz y las bolsas.

La neuropsicóloga (es por no repetir lo de la terapeuta, que los cronistas no debemos utilizar las mismas palabras en tan sólo dos renglones de diferencia, pero es la misma persona no se vayan a liar) ha insistido mucho en el refuerzo positivo que suponen todos sus mensajes y la actuación estelar en tan emblemático blog.

Todos estos apoyos consiguen que mejore mi autoestima que, según Carmen (la neuropsicóloga, la que era la misma que la terapeuta, que es que se llama así) estaba por los suelos. Así que ayer mismo por la tarde me fui a ver a Bárbara. Esta es sólo peluquera pero aunque se horroriza cuando ve el estado de mis raíces consigue, por mucho menos dinero, una terapia mucho más efectiva que la otra (la de la terapeuta, hombre, que están hoy que no se enteran de nada).

Ahora estoy como Carmela Soprano, con las capas ahuecadas y en chándal todo el día. Yo es que quería haberme acercado hoy a la Junta de Accionistas del Atlético de Madrid. Había pensado que ya que estoy en paro y tengo tiempo para hacer cosas, pasarme por allí y escuchar las explicaciones que dan Gil y Cerezo de la caótica situación de mi equipo.

Le había pedido su acción a mi padre y había quitado la mía del marco en la que la tengo colgada, junto a una lámina de Modigliani y un mapa antiguo de cuando en Europa no había tantos países y Prosinecki jugaba con Yugoslavia y Belanov con la URSS. Pero resulta que me llama un amigo y me dice que ya puedo ir montando otros planes que para entrar en la Junta de Accionistas del Atlético de Madrid hacen falta al menos 2.906 acciones. Sí, como lo leen, 2.906 acciones, muchas más que para acudir a la Junta General del Santander, de Ferrovial, de Endesa o de todas ellas juntas.

Entonces pensé en mi carnet de periodista, que para eso paga una a la Asociación de la Prensa y es un pase que lo mismo me ha servido para aparcar en el IFEMA que para pagar menos en la Tate Gallery. Pues tampoco. Hasta los redactores del AS o del Marca tienen vetado su acceso a esta Junta en la que se deberían dar explicaciones de cuánto está pasando en la entidad.

Y ya no es sólo lo deportivo. A la penosa situación en la tabla, el traspaso de jugadores como Heitinga, las insólitas renovaciones, la anunciada salida de Maxi, los cambios de entrenador que no han servido para un cambio (a mejor) en el equipo… además está lo económico. Yo no soy de números pero me cuenta mi amigo Emilio, que de esto entiende un rato, que sólo en el ejercicio anterior hay unas pérdidas antes de impuestos de cerca de 28 millones de euros. Eso sin haberse gastado un duro en fichajes, habiéndose anunciado operaciones urbanísticas que traerían grandes beneficios al equipo y con los ingresos de haber estado en Champions, las televisiones, el campo casi siempre lleno. Y una alcanza a entender que el otro equipo grande de la capital, con el desembolso en figurines que ha hecho, esté endeudado hasta las cejas, pero ¿nosotros?, perdón, digo ¿ellos? Pues sí, señores, hay una deuda (Emilio dice el pasivo exigible de la entidad, pero eso no lo entiende nadie) de cerca de 500 millones de euros.

Pero ya les digo, tendremos que seguir tragándonos las explicaciones que nos quieran dar y mirando de reojillo a un terreno de juego que da muy malos pálpitos y que hace que los fantasmas de segunda, se nos aparezcan junto a los del Cuento de Navidad, en nuestras peores pesadillas.

Pero ya les digo, que estoy mejor. Y no es por el gol de Jurado, mire que son morbosos ustedes, ni por las meritorias paradas de Asenjo en el último partido (que ya saben que la gente de Palencia y de Albacete son mi debilidad). Es que estoy escuchando el sorteo de la Lotería de Navidad y que cuando acabe, como nos pasa con el Atleti, tendremos que decir con un lamento esperanzado "Esta vez tampoco. Otro año será."

lunes, 14 de diciembre de 2009

Terapias


Me ha dicho mi terapeuta – ahora llaman así a los psicólogos- que tengo que escribir para acabar con la ansiedad que me sacude desde hace unas semanas.

- “Oiga, ¿y no podría mejor subirme otra vez la dosis de alprazolam? Es que me hace menos efecto que la infusión de hierbaluisa y melisa que me prepara mi madre”.

- “No, es que usted lo que tiene que hacer es descubrir los motivos que le causan esa ansiedad para así poder hacerle frente”.

- Maldita escuela conductista (esto no lo digo, pero lo pienso muy alto). “Bueno… ya sabe usted que me he quedado sin trabajo, la semana pasada fue mi último día y lo de la oficina del paro fue realmente traumático”.

- “¿Traumático?, hábleme de ello”.

- “Bueno, ya iba prevenida, no se crea. Me había tomado media pastilla antes de salir de casa pero en el autobús ya tenía palpitaciones y las manos frías. Pero es que al llegar allí tuve que ponerme media más bajo la lengua. Aquello era un depósito de gente sin alma. Mucha gente. Muy fea. Muy mal vestida. ¿Cómo quieren que no les despidan si llevan esos jerséis? Y la gente que te atiende… la gente que te atiende ha sido elegida a través de un minucioso casting con el único fin de hacer que la gente que allí concurre sume a su condición de parados, nuevos motivos para deprimirse. Tiene que formar parte de algún programa gubernamental para que no vayamos a cobrar el desempleo. Fíjese que hace un mes que no me tiño las canas y ni siquiera me había puesto ni una chispa de rimmel, pues aún así me sentí como Esmeralda cuando el Jorobado de Notredamme me indicó que me sentase, que tenía mal todos los papeles, que ya me podía ir y que no volviese por ahí, que esa oficina no me correspondía.

A esas alturas, la verdad, ya había renunciado yo mentalmente a cualquier emolumento del estado, que me claven antes astillas en las uñas, que me obliguen a escuchar un disco entero de Leonard Cohen, que sólo pueda comprarme lencería color carne en los próximos diez años… cualquier cosa mejor que volver por allí se lo juro.

Mire me encontré con el cuñado de una amiga, periodista también, parado también, del Atleti también y le tuve que pedir que me sacase a la calle. Me empezó a hablar del equipo y yo me eché a llorar. La cara de estupor de Lorenzo (que así se llama el cuñado de mi amiga) era un poema. Fíjese que panorama para él. En la puerta de la oficina del INEM con una chica con la que ha hablado dos veces en su vida y allí, llorando con desconsuelo”.

-“Hombre Hele, no puedes tomarte esto así. Si la crisis ya va remitiendo. Fíjate en mí que llevo ya dos años en el paro y hoy he venido a solicitar los 400 euros de ayuda”.

-“No, si no es eso Lorenzo, si mi trabajo se había convertido en un infierno. Es que estoy muy hundida”.

- “Ya, al principio es muy duro. Y lo nuestro, lo del Atleti, no ayuda. Pero piensa que a lo mejor estas ante tus tres últimos días de vacaciones seguidas en mucho tiempo. ¿Te gusta dibujar, hacer aerobic, tocar algún instrumento?”

-“No, antes tenía un blog y me gustaba escribir sobre el Atleti y leer lo que pensaba y escribía la gente, pero cuando las cosas se pusieron realmente duras en el trabajo tuve que renunciar a ello”.

- “Pues hombre, lo del Atleti no sé si va a ser una buena terapia, igual acabas más deprimida, chica…”
………………………………………............................

-“¿El Atleti le deprime?” (esta es otra vez la voz de la terapeuta, la psicóloga, ya saben. Es que no domino muy bien esto de las técnicas del flashback).

-“Ya veo que usted no sigue el fútbol”.

- “Hombre, fútbol, lo que se dice fútbol… el Atleti…” (esto no lo dice, pero lo piensa muy alto dada la curvatura de la comisura de sus labios) mientras que se limita a un mmmm, mmmm, indicándome que siga.

- “Pues mire, el Atleti está como yo. Con ansiedad, un poquito deprimido y con ataques de pánico. Eso ha dicho el entrenador que debe ser de su misma escuela”.

- “¿Escuela?”

- “Sí, vamos, que se sabe muy bien los síntomas, pero no da con la tecla para solucionarlo”.

- “Ya le digo que esto tiene que ser fruto de un intenso trabajo de conocimiento de uno mismo”.

- “Pues lo lleva claro, entonces”, digo yo haciéndome la despistada y regateando la propuesta de introspección que me lanza. “Mire tiene un portero que se siente obligado a poner de titular pero que está también un poco como yo”.

-“¿Deprimido, con ansiedad?”

- “No, gafado. El caso es que el chaval combina paradas de mérito con indecisiones impropias de un portero con el cartel que traía y las alabanzas que le dedica la prensa.”

- “Ahh, esto es interesante. ¿Se siente usted gafada?, ¿Cree qué lo que le pasa es ajeno a sus propias decisiones?”

- “Es que son decisiones incomprensibles, oiga. Las de Quique, quiero decir, que colocar a Ujfalusi como lateral, vale, pero ya como lateral izquierdo… que quiere que le diga. Y Valera en la otra banda, Perea, con el añito que me lleva de central y Juanito, que me da mucha pena, tan mayor, como yo y sin posibilidad de demostrar su oficio.”

-“¿Mayor? Se siente usted mayor. ¿Profundiza como le indiqué en su línea del tiempo?”

-“¿Línea del tiempo? Debe referirse usted al centro del campo. El tiempo que tardan en construir una jugada y el poco que tardan en aturullarse y perder los balones. Está el pobre Assunçao que lleva ya 8 tarjetas amarillas. Es que le dejan vendido. Y Jurado, fíjese que había empeñado yo mi credibilidad como bloggera con este chaval, que mi máxima ilusión era demostrar que tenía más fútbol que el “calesitero” de Iniesta. Y claro fútbol tendrá el chico, pero sangre… ya le digo que si sigue así la cosa en un par de crónicas tengo que dar mi brazo a torcer”.

-"¿Le cuesta dar su brazo a torcer?"

-“¿A mí o al Atletico?”

En ese momento la terapeuta hasta parece interesarse. Creo que el nombre de Assunçao, por su sonoridad, le ha hecho mover algún engranaje de su psique en el que no vamos a entrar y que ya tratará ella con su terapeuta. Me mira y me contesta, abriendo los ojos un poco más de la cuenta por primera vez en toda la sesión: “a los dos, a usted y al Atlético, les cuesta dar el brazo a torcer?”

-“Bien, me alegro de que me haga esta pregunta. No sé si a Forlán le pasa como a mí o si a mí me pasa como a Forlán. Supongo que no es la primera vez que un paciente le dice esto”

Ella suspira, intenta decirme algo, pero la interrumpo…

“Mire, Forlan el año pasado le pegaba desde treinta metros y el balón entraba. Yo antes, en el trabajo, redactaba artículos utilizando la técnica de la escritura automática, sin saber lo que decía exactamente, y a mi jefa le gustaban. Pero un día, al jefe de Forlán dejaron de gustarle sus escritos y a mí los balones que antes besaban la red comenzaron a írseme al segundo anfiteatro. Nada que Freud no haya analizado antes, ¿no cree?”

-“Vamos a dejarlo, creo que le voy a subir la dosis de Alprazolam”.

-¿A Quiqué?

-“No, a usted”

- “Ah, vale, a eso venía…”