jueves, 6 de noviembre de 2008

La ciudad del Mersey por David Guitarplayer




¿Quién no ha soñado alguna vez con ver al Atleti en un estadio mítico? Desde que era niño La Bombonera, Maracaná y Anfield eran los escenarios elegidos para recitar alineaciones y narrar goles atléticos hasta quedarme afónico.

Y un día, muchos años, muchos sueños después, una dichosa bola determinó que nuestro equipo viajase a Anfield Road. Lo tuve claro...estaría en ese magnífico y mítico campo, estaría allí como fuese. No tardé en hacer las gestiones necesarias para conseguir mi viaje, pero amigos, la persona que me metió el gusanillo del Atlético de Madrid, haciéndome socio desde que tenía 4 años, llevándome a muchísimos desplazamientos con el equipo, como Parma, Ámsterdam, Brujas, y Creta (si, han leído bien, yo estuve en el partido contra el OFI Creta) lo tenía todo preparado. Mi padre quiso que juntos fuéramos a Liverpool.

Salimos el Lunes, víspera del partido, ese día sólo viajaban dos vuelos hacia la ciudad de los Beatles, el nuestro y el de los jugadores. En nuestro avión viajaban algunos veteranos como Gabi Moya, Roberto Solozabal y Alfredo Santa Elena. Hoy son personas completamente accesibles, ayer eran los ídolos que adornaban mi carpeta, las caras de los cromos que yo coleccionaba. Viví unos ratos muy agradables con los tres hablando de disposiciones tácticas, de jugadores favoritos y de anécdotas de sus propios partidos, algunas impagables, como la de Alfredo recordándome cómo fue aquel gol que nos dio una Copa del Rey frente al Mallorca.

Liverpool es una ciudad donde los aledaños al centro histórico son una maraña de oficinas modernas y altos edificios, todavía en construcción. La ciudad todavía se hace a si misma, intentado salir de una gran crisis derivada de su excesiva dependencia de la industria. Es una ciudad de contrastes con su zona residencial de casitas bajas y arquitectura típicamente inglesa y un centro histórico que alterna sin pudor la solera de algunos edificios con la modernidad de las franquicias más comerciales. Me sentí decepcionado. No era la ciudad del Mersey que yo esperaba. La de los reds, la de las canciones la de los Beatless.

¿Adivinan cual fue la primera visita? The Cavern, claro. ¿Acaso alguno de ustedes hubiese ido a Liverpool sin pasar por tan mítico local? No fuimos la excepción. Dentro de una calle pequeñísima, se encontraba The Cavern, The Cavern Club, y de Cavern Tabern. ¿Cuál de las tres sería la original? Ningún problema. Servidor decidió hacerse fotos en todas y santas Pascuas.

La segunda visita fue al estadio de Anfield, cerca del centro, a unos diez minutos en coche. El Taxi nos dejo a los pies de la mítica grada The Kop, donde se encontraba la entrada al museo y a la tienda oficial. El museo resulto ser un pequeño lugar, acogedor, cargado de historias, repleto de recuerdos. Dedicado íntegramente al fútbol, sólo fútbol, nada más. Su colección es impresionante. Vitrinas cargadas de objetos clasificados por jugadores míticos, como Kennedy (autor del penalti decisivo que dio al Liverpool una copa de Europa), Hansen, o el propio Steven Gerrard, que ya es un jugador histórico para los aficionados reds. La joya del museo es otra vitrina donde reposan, acompañadas de sus respectivas camisetas y banderines, las cuatro Copas de Europa que han atesorado a lo largo de su historia. Sí, también aquella, que el Liverpool le ganó al Real Madrid y que se ganó los flashes de mi cámara de fotos. No es lo único que impresiona, el museo también alberga una placa en recuerdo a la tragedia de Heysel, así como un mural con los nombres de las mas de noventa víctimas dentro de unas minicamisetas.

La tienda del Liverpool está presidida por una grandísima imagen de Fernando Torres, pero sólo con esta imagen no nos podemos hacer a la idea de lo que idolatran los aficionados reds al delantero de Fuenlabrada. En su interior la mayor parte de los posters, las pegatinas, llaveros y demás souvenirs están dedicados su capitán Gerrard y a “nuestro” Torres. Yo diría que entre ambos copan el 70% de los artículos de la tienda. Por supuesto decidí llevarme una camiseta oficial, y no, no compre la de Fernando. Llevar a Torres en una camiseta que no sea la rojiblanca me haría sentir raro. Me llevé la de Gerrard, con el ocho a la espalda. Decisión típica pero es el jugador que más me gusta de este equipo. Disculpen, el partido todavía no se había jugado.

Ya entrada la tarde, y como no podía ser de otra forma, decidimos entrar a tomar unas pintas en un típico pub inglés. Compartimos charla y cerveza con unos aficionados del Liverpool enfundados en la roja, preparados para ir al fútbol. Faltaba muy poco para que empezase el encuentro.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya puedes quemar la camiseta de Gerrard, que entre todos te compramos la de Torres. Aunque no me gustó mucho su reacción, supongo que el futbol es así.
Un saludo
Miguel

Hele Atlética dijo...

Muchas gracias David por tu relato y sobre todo gracias por hacer que todos los atléticos nos emocionásemos escuchando nuestro himno en ese estadio. Sólo hubo una afición. La nuestra.

Unknown dijo...

Pues sí, a todos los que nos gusta el fútbol nos encantaría haber hecho ese viaje

Y aunque sea escaso consuelo, creo que ese robo al final no tendrá mayores consecuencias

Por cierto, Kennedy marcó en la final de 1981, en Paris, contra unos de blanco y no fue de penalty ¿marcó también un penalty decisivo, sería en Roma?

Anónimo dijo...

Kennedy marco el penalty decisivo de la final del 84 en Roma, fue el 4-2.

Saludos Amigos

David Guitarplayer

Billie dijo...

La afición representó al equipo con mucha dignidad. Es curioso como sabemos hacernos fuertes en algunos momentos y estar tan desunidos en otros donde nos va más en juego, véase el tema Peineta. Un saludo.

Anónimo dijo...

Hiciste bien en retratarte ante las tres The Cavern, pero ninguna es la auténtica ya que desapareció hace años.
Alan Kennedy fue el autor del solitario gol que en 1981 le dio la victoria ante el Mandril tras un saque de banda y también el que marcó el penalty decisivo en la tanda (4-2) que decidió el triunfo de 1984 ante la Roma.
Magnífico artículo, David.