lunes, 27 de octubre de 2008

La montaña rusa


- ¿Es usted bipolar?
- ¿Yo?
- Sí, usted. Deje ya de cambiar de humor que nos va a volver locos a todos.

Me imagino que a ustedes les habrá pasado lo mismo. ¿Cómo en noventa minutos es posible registrar tantos sentimientos diferentes? Bienvenidos a la montaña rusa del Atlético de Madrid. Diversión asegurada.
El equipo acaba con sus enfrentamientos con rivales directos con un bagaje ciertamente preocupante, un punto de doce posibles y muchas incertidumbres en cuanto su sistema y su juego.

Ayer, jugaba en el Madrigal el último de estos encuentros contra un Villarreal que parece que sabe hacer las cosas y que no cambia su sistema de juego gane o pierda, llueva o haga sol.
Sin embargo, este Atleti de las sorpresas se puso por delante en el marcador. Acababa de quitarme la chaqueta y ya me decían los amigos,

- “ya te hemos dicho que no llegases tarde, que te perdías el primero”.
- ¿Otra vez, no jodas?, ¿cómo es posible, han salido con la “caraja”?
- “Que no chica, que ha sido Simao”... madre mía, qué jugador.

Y así, sin comerlo ni beberlo, el portugués (por cada vez que dije que su fichaje me parecía caro, deberían regalarme un disco de Amaral. Qué bocazas soy) con su gol y su asistencia para que Forlán marcase parecía encarrilar un partido del que, sinceramente, y visto lo visto en las últimas jornadas, no esperábamos nada.

Y una se pone a hacer cuentas, tan contenta, entre pistacho y ganchito, con el empate del Valencia y la derrota del Sevilla.

- Échame otra cerveza, que si el Kun sale en el segundo tiempo les metemos cinco y se acaban las dudas.

Pero no, antes del segundo tiempo el Atleti vuelve a hacer una de las suyas y de la sorpresa se pasa a la incredulidad al ver la segunda tarjeta amarilla de Banega, en el momento más inoportuno y en el sitio más innecesario. No me gusta cargar las tintas contra jugadores por sus actuaciones desafortunadas, pero lo de ayer de este jugador, demuestra muchas cosas que ya nos habían dicho la gente que le vio en Valencia. Ya nos parecía raro que un jugador, algo lento, pero con calidad, estuviese en el banquillo del peor Valencia de los últimos años. Ahora empezamos a comprenderlo.

Y aunque llega el descanso, de la incredulidad pasamos a la preocupación. Preocupación porque suponemos que Aguirre no va a mover ficha ya, si acaso hará un par de cambios, pero no alterará el sistema de juego. Nos tememos un “recule” y una defensa que permita mantener los dos goles de diferencia y que, aunque con apuros, nos permita solventar el segundo tiempo.

- ¿Defensa?, ¿has dicho defensa?
- Si, bueno, ya. Defensa: un zurdo que juega de lateral derecho, un lesionado, un juvenil y un...., bueno y Pernía.
- Pues sí, llevas razón. Que feo pinta esto.

Y así llega el cuarteto de goles del Villarreal. Sin despeinarse. Leo que siempre nos desespera porque no bloca un balón, elige blocar en el momento más inoportuno. Un fallo infantil que transforma la preocupación en miedo.
Con Maxi desaparecido, Leo cantando, Banega autoexpulsado... una espera que Aguirre dé una oportunidad a Agüero de defender las virtudes de su patria y elevar un poco el listón argentino. Pero no, el mexicano, como si no fuese con él, realiza cambios que aportan muy poco, supongo yo que dando el partido por perdido.

Y cuando ya el miedo cede el sitio al cabreo, el portugués vuelve a dar una lección de casta – ahora mismo es de lo poquito que ilusiona en este equipo – y con un nuevo gol y una asistencia para que Raúl García firme el empate nos devuelve una media sonrisa a la cara y un suspiro por este punto. Un punto de doce posibles, que nos permite respirar con cierto alivio y mirar con alguna esperanza la bonanza del calendario.

¿Qué les había dicho? Sorpresa, incredulidad, preocupación, miedo, cabreo y alivio. En tan sólo noventa minutos. Bienvenidos a la montaña rusa del Atlético de Madrid.

domingo, 19 de octubre de 2008

Y luego la nada





Me dicen los amigos que tengo abandonado el blog. Es cierto. Cada vez me cuesta más escribir sobre este Atleti. No es por la racha de derrotas, por el juego o por las negras perspectivas del equipo. No, no es falta de alegría, es cansancio. Cansancio de escribir una y otra vez la misma historia, con distintas palabras, con distintos argumentos pero la misma historia. La misma de siempre.

Hoy ha sido un día de esos, de los que te apetece estar sólo con gente del Atleti, para no tener que hablar, para no escuchar por decimocuarta vez a los madridistas que el penalti fue justo y que el árbitro perjudicó al Madrid, como si tuvieran que excusarse por algo. Sólo gente como nosotros podrá comprender lo que son los nervios de antes del partido, la tensión, el mazazo del gol en el primer minuto de juego, el querer empujar al equipo, el alegrón del empate –celebrado como una victoria de Champions- y luego… luego la nada.

Y hoy de nuevo no tengo ganas de hablar de la alineación de Aguirre, la banda sin bandas, ni de porque cambia a Raúl García por Antonio López, para luego meter a Simao por Pernía. Es lo mismo. Ni siquiera es día para hablar de la tontería del primer gol y mira que se ha escrito sobre la falta de concentración del equipo tras el comienzo del Nou Camp. Pero da igual. Con el Madrid, parece que el guión está escrito y que nada de lo que pase sobre el terreno de juego va a poder alterarlo.

Y mañana habrá que llegar a la oficina y aguantar las bromas con una sonrisa y contar que no te disgustaste que ya ibas preparada, que ya estas pensando en el Liverpool, que al fin y al cabo es sólo fútbol y acabar con eso tan socorrido del “otro año será”. Pero ya son demasiados.
Y hoy te preguntas cómo estarán Nacho y Paquito y Luis y María José y Adalberto… cómo se lo habrán tomado Alberto o Ignacio y cómo estará aguantando el día Mónica, con lo brava que es. Te acuerdas de Tomi que disfrutaba como nadie cuando ganábamos al Madrid, de Bernardo que vio su primer derbi en el 47, de Carlos que ya nunca los ve y de Ladis, que aunque dice que este Atleti no es su Atleti, seguro que todavía le dura el cabreo.

Te acuerdas de mucha gente atlética con la que has vivido muchos derbis, algunos inolvidables, otros que quieres olvidar y no lo consigues. El de ayer será uno de esos. Un partido que reunía todos los ingredientes para acabar en fiesta y que acabó, un año más, con puñales en forma de esemeses. Al fin y al cabo son de gente que nunca comprenderá lo que son los nervios de antes del partido, la tensión, el mazazo del gol en el primer minuto de juego, el querer empujar al equipo, el alegrón del empate –celebrado como una victoria de Champions- y luego… luego la nada.

domingo, 5 de octubre de 2008

El Atleti goleado y el Sr. Hernáez


Disculpen la distancia, que no el olvido de las últimas tres jornadas. Un “arreón” de trabajo y pocas ocurrencias que contarles me han mantenido alejada del teclado. Para que vean que no ha sido un ejercicio de “afavorvientismo” aquí me tienen dando la cara después de la derrota de ayer. Pero no esperen una lamida de heridas en esta crónica, ni siquiera un desgrane de excusas. El partido ya lo vieron ayer y les intuyo con el suficiente entendimiento para valorar los porqués de esta abultada derrota. El Atleti le duró al Barça ocho minutos y los seis goles se me antojan un resultado corto para lo visto sobre el césped del Camp Nou.

Hoy la prensa deportiva madrileña vuelve a hablar del duelo Kun-Messi como si ese debate no hubiese sido algo artificial, inventado por ellos, un aliciente para la previa de un partido entre dos aspirantes a hacer grandes cosas esta temporada.
Hoy la prensa deportiva madrileña habla de paliza histórica, de que pudieron ser nueve, de naufragio, de simulacro, de desaguisado. De cómo se rompió el partido tras un inicio desafortunado del Atleti.
Hoy la prensa deportiva madrileña se entretiene en hablar de la jugada del penalti, en la de la falta que Messi tiró con picardía sin haber pedido barrera. Habla también la prensa de Iturralde e incluso reclama la roja para Antonio López por dejarle los tacos señalados a Messi en una dura entrada. Cuentan los periódicos de Madrid como llegaron los goles, como se lesionó Maxi al acortar distancias y se entretienen con las diabluras de Etoo y Messi ante la impotencia de la defensa visitante.

Los propios jugadores y el entrenador del Atleti explican apesadumbrados cuáles fueron las claves de la derrota: una mala preparación, una inexplicable falta de concentración en los minutos iniciales, tanta como falta de ambición para tratar de darle una vuelta a un partido después del golazo de Messi. Aguirre incluso asume su culpa por la alineación, como si hubiese tenido muchas más opciones.

Pues bien, todo eso me parece bien. No pienso hacer sangre en el infortunio. Una cabecea con pesar al acordarse lo que supuso la anterior goleada del Barça en forma de pérdida de nuestro ídolo y no puede evitar pensar en el ánimo de Agüero después de esta derrota. Pero no deja de ser un partido, no dejan de ser tres puntos de los que suelen descontarse al inicio de la temporada, no dejan de ser unas circunstancias desafortunadas y una concatenación de adversidades que rompieron el encuentro para que nadie fuese capaz de darle la vuelta. Nada más.

Yo sólo le pido al Atleti que reflexione sobre esta derrota y que pase de página con la vista puesta en su próximo rival, yo sólo le pido que tenga la mentalidad de champions para los decisivos partidos de liga que nos quedan en octubre. Yo sólo le pido al Atlético que apele a su orgullo y a su pundonor, a su carácter y a su garra. Yo sólo le pido que gane al Madrid y haga que José Vicente Hernáez no pueda volver a encabezar su columna de Marca con un “Patético de Madrid” como titular. Esa tremenda falta de respeto, Sr. Hernáez, que no es la primera que leemos en su periódico, nos crece más que nos humilla. No le pido respeto para un equipo goleado, le pido respeto para una institución centenaria con orgullo, historia y millones de aficionados en toda España. Pretendía la humillación, en vez del respeto al rival caído, porque no recuerdo que nunca a un equipo goleado se le haya insultado de esa manera. Ojalá tenga que tragarse sus palabras una a una, Sr. Hernáez. Ojalá sea en tan sólo quince días. Ojalá.